sábado, octubre 03, 2009

Vaivén satánico…era lo que sentía y después escribía, a veces lo que repetía cuando bajaba de los buses.

Los cigarros quedaban mojados después de tanto hablar, de tanto pensar, de tanto caminar y por lo que se entendía era un proceso natural, una sencilla explicación para tanto tiempo, para el silencio.

Vaivén botánico… era lo que me creía, lo que pretendía creer para seguir… vaivén por que subía y después descendía.

Las plantas las mearon treinta y cuatro pendejos de un liceo público y al parecer las mataron o en el mejor de los casos las trasformaron, como algunas calles de Santiago que ya estaban transformadas hace un tiempo.

Vaivén católico… se manifestaba a eso de las doce en algunas plazas llenas de alergias y chocopandas primaverales, pelotas de plástico que se caían a las casas de algunos vecinos de otros tiempos, con el tiempo una querida vecindad que no devolvía las pelotas, que a veces las reventaba y generalmente hacía llorar a los dueños de las pelotas.

Vaivén alcohólico… llegaba solo, bailando, jugando a ser una morena, una brasileña endiablada, que te movía el culo en la cara, que culo que te movía esa morena.

Por su gran culpa en la mañana siempre tenía algo así como una caña, tenía algo así como con la caña, un vacío inaguantable que te hacía saltar de la cama y caminar por las ferias o parques públicos llenos de personas comedoras compulsivas de helado y bebidas gaseosas, muy parecidas a ti en décadas anteriores.

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