Erán días donde incluso el dolor era un privilegio de pocos, y ahora espero que se entienda como un privilegio mas particular que otros, ya que traía consigo ese heroismo egoista construido en base a frases como; "me siento mal, de verdad", "mi vida es muy oscura", "tú, ni nadie, sabe lo que yo siento".
Para sentir este tipo de dolor era necesario;
usar chaquetas viejas con un toqué de estilo sólo reconocido en fiestas algo decadentes,
de preferencia despues de las tres PM,
saber comunicar ideas o chistes con mucho carísma,
terminar las ideas con un dejo de humor negro,
todo esto por que ser un doliente era muy diferente a no tener personalidad, ser doliente era una actitud y por favor, no era el momento de confundir los términos.
usar chaquetas viejas con un toqué de estilo sólo reconocido en fiestas algo decadentes,
de preferencia despues de las tres PM,
saber comunicar ideas o chistes con mucho carísma,
terminar las ideas con un dejo de humor negro,
todo esto por que ser un doliente era muy diferente a no tener personalidad, ser doliente era una actitud y por favor, no era el momento de confundir los términos.
Ser doliente también era mirar por debajo del hombro a las penas ajenas, dejar en claro que para sufrir se debía tener estilo, usar una suerte de maldición unica que no atacaba por que si, que atacaba almas escogidas con bisturí.
De pronto, en reuniones de trabajo, eventos deportivos o sociales, comidas familiares de fin de semana se escondían esta manada de seres que cuidaban su imagen descuidada, cuidaban de que no se fuera a notar alegría, que oliera a pena, pero no a cualquier pena, a pena con estilo.
De pronto, en reuniones de trabajo, eventos deportivos o sociales, comidas familiares de fin de semana se escondían esta manada de seres que cuidaban su imagen descuidada, cuidaban de que no se fuera a notar alegría, que oliera a pena, pero no a cualquier pena, a pena con estilo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario