La Makita in the fucking middle of the night
1-In the middle
In the fucking middle of the night estaba sentado en la entrada de su edificio, cuando la tía Tere lo llamo por que hacía mucho frío y era razonable que se pusiera un chaleco a rombos, de esos oriundos de La Ligua. In the middle estaba esperando que pasara la Makita y le diera uno de esos besos que sólo ella sabía dar, pero a esa hora ya debería estar sentada en medio de algún tugurio del Bella o Brasil hablando con algún hueón con onda (mala onda) y tal vez no se aparecería por esos lares hasta pasadas las seis o siete de la morning.
De la cientocuarenta y tres bajo el Romu con su mina, la estudiante de arquitectura que conoció el año pasado cuando hacía la práctica en Rancagua. Cuando me vió, me invitó unas chelongas importadas que su papá le trae de Brasil, por que el viejo del Romu viaja por muchos lugares y además de comerse minas ricas en cada lugar al que viaja, también piensa en su hijo y le trae copetes internacionales. La mina del Romu siempre habla sola, por que el Romu le da besos, le acaricia el pelo y le pone cara de idiota, pero casi no habla con ella. Cuando yo estoy con ellos, hablo con los dos, pero ninguno me escucha mucho, el Romu siempre mueve la cabeza al ritmo del último disco que compró y sus únicas respuestas a mis comentarios son del tipo "cacha el batero", "que buen coro", "estos locos tocan mañana en Batuta".
La mina de frentón no me pesca y me ofrece otro vaso de chela. In the middle miraba el vaso medio lleno y pensaba en Makita y en sus ojitos cafes mientras sus amigos se besaban y abrazaban frente a la PC. También pensaba que lo bueno de Makita es que ella escucha y responde ó habla y deja que le responda, pero la noche avanzaba y como sea esa noche ella no aparecía. El Romu se puso a bailar al ritmo de Pánico y prendió un cuetits. Yo fuí a la PC y a mi lado llegó la mina del Romu a preguntarme por mis canciones y no supe que decirle, sólo que era un pasatiempo, que no me lo tomaba en serio, hasta que me aburrí y pesque el guitarock para tocar una canción de Álvaro Henríquez, de quién la mina no tenía idea de su existencia.
2. La Makita
Macarena estaba sentada en un bar de Brasil, mientras hablaba con un par de amigas sobre lo aburrida que estaba de vivir en Santiago, de sus padres, de sus amigos, de la universidad y de casi todo lo que la rodeaba. Sus amigas sólo querían carretear, tomarse unas chelongas y después irse a alguna disco, así que la miraban, luego se callaban, se fumaban unos Derbys lights y esperaban que llegaran los demás pa caminar luego.
Hoy no tenía muchas ganas de salir, pero como casi siempre hice todo lo contrario. Por esa razón estoy acá hablando con un par de zombies que solo piensan en tomar y bailar mientras trato de hacerles entender que esto del carrete me da lo mismo, que lo que yo quiero es conversar un poco, sentirme algo mas acompañada.
A eso de las tres, Macarena estaba bailando en una disco, pensando en que no quería estar bailando en una disco, tal vez pensando en que podría irse a casa a dormir y a escuchar música ó tal vez pasar a buscar a Esteban y tocar algunas canciones en guita rock y hablar un poco.
Las amigas bailaban bastante bien según lo que decían los tres tipos que las acompañaban, mientras les regalaban una piscola a cada una y les mostraban el auto nuevo del papá de uno de ellos con el que pensaban irse a la playa esa noche.
Mientras me quedaba dormida bailando, me di cuenta que mis compañeras me habían dejado sola. El tipo con que bailaba Macarena estaba algo borracho cuando cayó sobre una de las mesas y sus amigos lo recogieron y se lo llevaron. Ella se quedo sola, mirando algunos vasos con licores caros, mientras esperaba que amaneciera y pudiera ver algo de luz.
miércoles, abril 19, 2006
domingo, abril 16, 2006
Sabado

Marcelo y Oscar conducen la camioneta Nissan roja. Algo nublados por la marihuana. Algo borrachos por las cervezas tibias que bebieron en casa de Martina. Como sea conversan. Como sea conversan felices de algo que tiene poco sentido e intentan recordar donde están y que están haciendo.
Martina cierra las cortinas y se tira sobre su cama. Se tira y cierra los ojos. Se tira y espera sentirse mejor así. Escucha el último single de Cerati. Nunca le gusto Soda. Nunca ese tipo de música, pero sobre su cubrecama verde y su pieza con luces rojas en ese momento tenía sentido. Tenía sentido la situación. Tenía sentido la desilusión. Tenía sentido.
Agarraron Vicuña Mackenna hacía el centro. Tres de la mañana. Aguante la música de mierda. El rock puro que te cuestiona. Oscar abre la ventana. Oscar vomita mientras Marcelo le cuenta que no sabe que hacer con Mariana. Le cuenta que esta pegada, que no puede superar sus trancas mientras Oscar se limpia y saca un cigarro.
Mariana sigue esperando. La tarde sigue avanzando. La tarde se hace bien tarde.
Martina abre las puertas del baño. Sube el volumen cuando escucha algún disco viejo de su padre. Piensa cosas. Piensa cosas que no tienen nada que ver con su vida. Piensa que vive otra vida. Piensa que es reservada. Piensa que no le gusta fumar cogollos. Piensa que no le gusta el sexo. Piensa mientras sonríe con los labios pintados frente al espejo de su baño.
Oscar da consejos a Marcelo sobre como conocer minas en lugares donde es difícil que una mina pesque. Marcelo hace como que escucha, pero piensa en Mariana. Y piensa en Martina. Y piensa en las mujeres que cree que le gustan. Cruzan Plaza Italia. Prenden la radio y se quedan callados. Paran.
Martina se queda dormida en el living viendo alguna mala película en el cable.
Mariana se cansa. Bota el quinto cigarro. Se va a su casa.
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